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Hermandad en el Recuerdo (I)

2020:

En el granaíno barrio del Fígares este año San Emilio no será testigo de aquellas emociones, de aquellas lágrimas, de aquellos sueños y de aquellos anhelos que van como bordados en la túnica del sol más brillante que es Despojado para Granada…

Este año no habrá muñidor que abra paso a ese silente cortejo que como «legión blanca de Dios» muestra a Granada que la Vida siempre gana la batalla, no habrá cirios elevados que derramen su cera como puras lágrimas de Fe, no disfrutaremos ese andar valiente al ritmo de sones cartujanos, no tendremos guardabrisas que iluminen el camino de Aquél que se despoja de su rango divino y se hace hombre para Salvarnos.

¡Quién pudiera volver a contemplar ese hermoso y serio palio que cobija al más Dulce Nombre que es el de María Santísima!, ¡quién pudiera ser ese discípulo amado que diera su mano a tan dignísima Madre! ¡Quién fuera cielo estrellado para alumbrarte con tantos luceros! Y es que, Madre, hay que peregrinar al Fígares para contemplar tu serena mirada.

2021:

Eleva Señor tu mirada al cielo granadino que en las tardes de primavera implora tu presencia por sus calles. ¡Qué difícil no tener Despojado para Granada! ¡Qué difícil no ver esa marea de capirotes blancos traerte San Antón arriba! Pero miramos, Padre, junto a tus divinas plantas implorando ese “hágase según tu voluntad” con la recia firmeza de que la muerte no es el final. Y como tú estamos despojados de nuestras seguridades, de nuestros deseos, de nuestros anhelos, de nuestras tradiciones, de nuestros seres queridos… ¡Ahora, comprendemos más y mejor esa cruz que tanto pesa!

Que vuelva el muñidor anunciando a los cartujanos del Fígares, que vuelva el incienso cubriendo de misticismo las Pasiegas mientras se siente el alarido de una corneta que anuncia Pasión con el Himno Eucarístico, que vuelva esa hornacina llevada por el esfuerzo de esos hijos tuyos que se ciñen el costal, que vuelvan a iluminar esas tulipas como faros en medio de la tiniebla y nos ayuden a seguir caminando en penitencia y santidad.

Madre de inmenso dolor, no hay flor ni marcha que apague tu quebranto cuando impotente miras al Rey de Reyes que un día Ramos Corona tallase para esta bendita ciudad, y, que, hasta Bibataubín quiere contemplar tu rostro. ¡Cuántos anhelos prendidos de tus bambalinas, cuántas súplicas amparadas bajo tu divino manto, cuántas oraciones arrastradas en tu rosario! Oh, Señora, ahora más que nunca: ¡Déjame llorar contigo!

Autor: Javier Escobedo García