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NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN

Al igual que el pasado Miércoles de Ceniza, con el inicio de una nueva semana de Cuaresma, reflexionamos con el inicio del quinario a Ntro. Padre Jesús Despojado. En esta ocasión de la mano de nuestro hermano Laureano del Otero Sevillano CSsR.

No nos dejes caer en la tentación

Cada vez que rezamos el Padre Nuestro, decimos eso de “no nos dejes caer en la tentación…”. Bien sabemos que la primera Cuaresma, la que no tenía cenizas ni cultos, la que no se vestía de morado, fue la de Jesús, con sus cuarenta días en el desierto.

¿Para qué fue Jesús al desierto? Porque en el desierto no hay nada… Pues para varias cosas.

La primera, para hacerse fuerte. Cuando una persona se mira y se conoce, siente la necesidad de mejorarse. Algunos ven su cuerpo y, tras pensarlo y medir su capacidad de perseverar en el empeño, deciden ejercitar músculos y tendones, y así adquirir un cuerpo más fuerte. Jesús va al desierto a hacerse más fuerte por dentro, en la mente y el corazón, donde realmente nacen los deseos y proyectos del ser humano.

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Allí, sólo, se enfrenta a sus miedos, a sus deseos y a sus límites. ¿Qué es el diablo o el tentador si no esa voz que nos lanza a querer más, a buscar la apariencia más que la verdad, a desear lo ajeno y a no cuidar de lo propio? ¿Acaso los cuernos del diablo no son esas cositas que nos pudren por dentro, como la envidia, el odio, la necesidad de vengarnos de quien nos fastidia y el castigar con el silencio a los que viven cerca y nos corrigen?

Allí, Jesús, frente al miedo a fastidarlo todo, frente al deseo de ser mejor y frente a la posibilidad de escoger el camino equivocado, se toma su tiempo, se hace fuerte en el corazón y rechaza la tentación.

Por eso, podemos decir que también fue al desierto con otro propósito. Aprender todas las caras del mal para combatirlo.

Y ahora yo, y ahora tú. Cuaresma es un desierto, una prueba. El reto es hacernos más fuertes por dentro, pero con la ayuda de Dios. Despójate del deseo de construir tu vida sin que la Palabra de Dios forme parte de ella. Despójate del diablillo que te habla a veces más fuerte que la verdad de tu propio corazón. Escucha su Palabra y deja que oriente, te guíe y te acompañe en el peregrinar diario, en esa procesión que es llevar a Cristo siempre, contigo, a donde vas. Y reza, para no caer en la tentación.

Un saludo en Cristo Despojado y en su Madre Santísima del Dulce nombre.

Laureano del Otero Sevillano CSsR HJD